El archivo gráfico es una invitación a revolver papeles para descubrir o releer viejos diarios, revistas y documentos. Permite encontrar artículos escritos por periodistas emblemáticos o anónimos que tienen un valor testimonial.
El archivo es, en definitiva, una fuente de información que encierra parte de la historia con sus hechos y personajes. Recorrerlo es un ejercicio de la memoria y también del conocimiento que La Oreja que Piensa quiere compartir con sus lectores desde esta sección.
El siguiente es el extracto de un auto reportaje realizado por el periodista Dante Panzeri, y que fue publicado en la revista Satiricón Edición extraordinaria editada en el mes de diciembre de 1973.
_¿Y tu vida periodística te ha dado amigos?
La periodística, no sé. La vida, sí. ¿El Periodismo es o no es vida? Dale el sentido que vos quieras. Los amigos no los saqué de una fiambrera. Y otra cosa, que periodismo muy rara vez hice en mi vida. Y ya voy para 52...
—¿52 amigos?
—No; años. Amigos no sé. Porque de pronto es un amigo un desconocido. Y sin de pronto: casi siempre. Son esos que define muy bien Atahualpa. Luego están los otros más ortodoxos como amigos. Desde ya te digo que el periodismo no se puede ejercer honradamente pensando en ellos, sino olvidándose de ellos. Si a pesar de eso te quedan algunos, el balance es bueno. Creo estar en ese saldo. Tengo amigos que no comprenden ni se interesan por lo que hago, pero me sacarían de cualquier apuro; y amigos que me comprenden y siguen todo lo que hago, pero a los que jamás les diría que me saquen de un apuro, porque no podrían (no me refiero a tener guita), puesto que no nacieron con aptitud para eso. Natura non va a Salamanca. Pero eso de hablar de "amigos" es otra fanfarronada del hombre mediocre. ¿Vos dejarías a un tipo que encontrás colgado a un techo por sus tobillos, con la cabeza hacia abajo, tal cual lo encontraste? No, ¿no? ¿Y por eso sos su amigo siendo que en realidad te es y le sos desconocido? Hablemos más simple y digamos, en lugar de amigos, algo menos solemne y ceremonioso, dos cosas muy propias de estúpidos y fanfarrones. Descolguemos a aquel tipo del techo, y callemos la boca, que eso basta para saber cómo somos. El hombre que vale hace lo que tiene que hacer y no dice nada...
—Hablaste de guita, ¿es cierto que tu periodismo te enriqueció?
—Te la contaron mal: me pude enriquecer haciendo un periodismo opuesto al que vos llamas mi periodismo. Me lo ofrecieron reiteradamente. Por rechazarlo fue que me mandé mudar de El Gráfico, pese a 17 años transcurridos allí como lo había dicho teniendo 8. Ya ves: de nuevo las circunstancias, no la voluntad de uno mismo. Otros se enriquecieron con lo que yo rechacé. Yo vivo bien. Ellos viven ricos. ¡Cómo deben sufrir con ese disfraz! Son los que para llamar bobo a un tipo, lo llaman "decente"...
—¿Y ahora me podes decir de qué sirvieron (a los demás, al deporte, al país) tus casi 37 años de periodismo tirando la bronca?
—Yo tengo escrito un libro, "Fútbol, Dinámica de lo Impensado". Te aclaro que es el primero, ahora estoy en el segundo. Ese primer libro se inicia con una advertencia: "Este libro no sirve para nada". De mis casi 37 años de bronca, te podría decir lo mismo. "Para nada". Eso, en lo que respecta a los demás. Puesto que no pude ni podré cambiar nada de lo que yo veo está torcido, y muchísimos coinciden en que lo está. Llego, a veces, a abrir los ojos a cierta gente, que coincide conmigo. Pero esa gente no manda, no decide, es majada del anonimato gris. Lo que significa que no llego a quienes yo hubiera deseado llegar, los que mandan, los que gobiernan, los que deciden. Esos jamás me dieron pelota. A lo sumo dijeron "es un loco que tiene razón". Pero muy en privado. Lo mismo pasa con mis charlas de TV. Absolutamente no sirven para nada. Para nada de lo que yo quisiera que sirvieran. El aparente servicio que a veces tienen, al recibir una aprobación de los hombres grises, tampoco sirve para nada, por cuanto en su mayor parte esa aprobación o apertura de ojos cerrados se produce "cuando hay bronca en el gallinero". Pero en cuanto se quitan la mufa porque Muñoz gritó ¡gol argentino!, ya entran de nuevo en el rebaño del conformista que hace estéril decir que el rengo tiene una pata más corta. Yo le sirvo a veces al mufado de la calle. Pero no a los que mandan, a los encargados de corregir mufas.
—¿Y si no sirve para nada por qué seguís en esa brecha?
—Porque me sirve para dormir tranquilo. Me sirve para cumplir conmigo. ¿O qué querés? ¿Qué viva como un desgraciado, torturado, mordiéndome la lengua para ESTAR bien y sentirme mal por saber que SOY un renegado de lo que pienso? En la opción por bobo o "chanta", yo prefiero quedaren primera B.
—Entonces querés decir que aquellos 37 años tirando la bronca, sirven.
—Ni sirven ni dejan de servir. Son una vida, o casi una vida, que transcurre como las circunstancias quieren que pase cualquiera de las monótonas vidas que nos toca vivir en nuestro paso por esta estancia. Ya te dije que no somos importantes. No somos admirables ni siquiera siendo genios de alguna cosa (¿no se te ha ocurrido pensar alguna vez que Einstein, Juana de Arco, Marconi, María Estuardo o Churchil tenían aparato digestivo igual que nosotros?). No somos trascendentales, sino que nos hacen trascendentales por solemnidad, vanidad, ceremonia. Siendo en mí caso nada más que periodista deportivo... ¿qué crees que puedo aspirar a que sea mi vida, sino otra cosa que algo más dentro de todo aquello pasajero, perecedero, a veces casi inútil, que es la vida de la inmensa mayoría de los que por aquí andamos de paso? Si le abrí los ojos a alguien (que seguramente no manda, no gobierna, no decide), no habré hecho otra cosa que lo mismo que hicieron con los míos (los ojos) aquellos que anduvieron antes que yo en este asunto, y de quienes hoy nadie se acuerda. Pero que aún en el caso de ser recordados, tampoco serían propietarios de ese servicio de abrir ojos. Que es un asunto semejante al juego de las circunstancias. 0 al de la dinámica de lo impensado que hay en las actitudes de la lúdica y la espontaneidad: un juego de la misma vida. La gente que hace vida pública cae en el frecuente error de suponer que su meta en la vida es la de pasar a la historia. El mayor servicio que en vida el hombre puede prestar, es poniendo limpieza en la casa que ocupe mientras vive. Y no ocupando una página en algún libro luego de morir. De eso se encargarán otros que deciden si vivió para utilidad de los demás, o si sirve para ser usado como instrumento para con los demás. Pero nunca es el mismo hombre, consigo mismo, el que decide para qué sirvió lo que hizo.
Revista Satiricón. Edición extraordinaria. Diciembre de 1973.