Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina .Agosto 2009. Por Eduardo Galeano (*)
Como todos los uruguayos, quise ser jugador de futbol. Yojugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía: durante el día era el peor pata de palo que se haya visto en los campos de mi país.
Como hincha, también dejaba mucho que desear. Juan Alberto Schiaffino y Julio Cesar Abbadie jugaban en Peñarol, el cuadro enemigo.
Como buen hincha de Nacional, yo hacia todo lo posible por odiarlos. Pero el Pepe Schiaffino, con sus pases magistrales, armaba el juego de su equipo como si estuviera viendo la cancha desde lo más alto de la torre del estadio, y el Pardo Abbadie deslizaba la pelota sobre la línea blanca de la orilla y corría con botas de siete leguas, hamacándose sin rozar la pelota ni tocar a los rivales: Yo no tenía más remedio que admirarlos, y hasta me daban ganas de aplaudirlos.
Han pasado los años, ya a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen futbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico:
-Una linda jugadita, por amor de Dios.
Y cuando el buen futbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece.