Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina. Julio 2009. Por Jonathan Thea (*)
En la ciudad de Buenas Aires funciona un circuito no oficial de espacios culturales, por donde pasan miles de artistas y espectadores todos los fines de semana. Es vanguardista y experimental, pero también masivo y popular. Funciona con lógicas propias e intenta rescatar valores e ideas donde lo que prime no sea el negocio.
La reciente epidemia de Gripe A llevó a la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales –entidad que nuclea a los teatros comerciales del circuito oficial- a suspender la programación de sus salas para las vacaciones de invierno. Pero este hecho, que podría poner los pelos de punta a millones de padres, afectará solo parcialmente a la ciudad de Buenos Aires, porque los pequeños y medianos teatros, que no forman parte del circuito oficial, decidieron no suspender sus obras.
Hace varios años se viene ampliando un circuito de espacios culturales alternativos que funcionan con una lógica distinta al oficial. Algunos de ellos lo hacen por convicciones y otros por no les queda otra, pero lo cierto que estos lugares son los únicos que hoy por hoy les brindan a miles de artistas la posibilidad de expresarse, y a miles de espectadores la posibilidad de disfrutar a un precio módico.
Hace algunas décadas se creía que en el circuito oficial se hallaban las obras populares y en el por entonces nuevo circuito “Under”, las obras de vanguardia y experimentación. Dentro de este circuito, muchas veces tildado de marginal y sectario, se han formado muchos de los más destacados actores, músicos y escritores. Pero lo cierto es que en ese tiempo el público era minoritario y selecto, en algunos casos elitista.
Hoy, a casi 25 años de su surgimiento, este circuito se encuentra altamente consolidado, manteniendo el vanguardismo y la experimentación, pero incorporando formatos populares, de calidad y para todas las edades. Dentro de él siguen proliferando los espacios alternativos de los cuales los artistas pueden apropiarse, convencidos que solo podrán expresar su arte en tanto existan estos espacios.
Los espectadores son otro elemento sustancial a tener en cuanto dentro de estos espacios culturales. Miles de personas tienen la posibilidad de acceder a espectáculos que en el circuito oficial no podrían por lo prohibitivo del precio de las entradas. Un boleto para una sala comercial de la calle corrientes cuesta entre $ 70 y $ 120, mientras que en las salas alternativas los precios pueden ir desde la gorra hasta $20.
Todos estos espacios y grupos le dan vida a una forma de pensar el arte que no está disociado de las convicciones, a una Buenos Aires que tiene otros valores, una identidad, y un arraigo cultural muy apegado a sus orígenes. En la ciudad hay cientos de colectivos culturales que conciben el arte desde una perspectiva que se alejan de lo comercial, sin por ello alegarse de lo popular y lo masivo.
Es importante remarcar que éste fenómeno no sólo se presenta en cada rincon o barrio de la ciudad, sino que también tiene un rico desarrollo en la mayoría de los partidos del conurbano, y el interior de la provincia.
Algunos datos, recabados por la Universidad de Lomas de Zamora, indican que existen más de 1.000 centros culturales, grupos musicales , teatrales y de circo en los 30 partidos más poblados de la provincia.
La construcción de estos espacios conlleva grandes esfuerzos humanos y materiales, ya que las trabas legales son infinitas. No existe en la ciudad de Buenos Aires (ni en el GBA) una legislación que contemple el funcionamiento de espacios donde se desarrollen mulplicidad de formatos culturales. Esto obliga a los espacios a inscribirse bajo figuras legales que luego les traen serios problemas. Y si sumas los pocos y complicados subsidios llegaremos a la conclusión del poco o nulo apoyo estatal que reciben estos espacios que todos los días le dan contención a miles de artistas y ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires.
(*) Periodista. Revista y Portal “Despierta Buenos Aires”