Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2010. (Por Gabriel Alijo) (*)
Mi relación con el cine documental comenzó hace tiempo. No recuerdo muy bien cómo me acerqué y que pensaba exactamente en aquellos días. Pero sí que tome la decisión de especializarme en el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda. Quizás intuía la riqueza que existe dentro del género: lo impredecible, la sensibilidad que se pone en juego, la espontaneidad, la compasión (en el sentido de sentir con el otro).
Pero lo que hoy siento es que presentarme como alguien que quiere hacer un documental, es en algún sentido una forma de acercarme. Casi una manera de pedir permiso. Este trabajo me posibilitó entrar en nuevos mundos, conocer personas y arrimarme a comunidades. Y en este proceso me encontré cara a cara con situaciones tan distintas, con diferentes formas de sentir, de pensar o de vivir (escribo esto y no puedo dejar de pensar en Valentín, el padre de Luis Santana, muerto en Cromagnon. Un colectivero rudo y curtido del conurbano profundo que hablaba de su hijo mientras dos surcos de lágrimas corrían y corrían sin control por su cara). Y fue también una manera de ir conociéndome a mí mismo.
Durante la etapa de estudiante recuerdo a docentes como Víctor Bailo, Oscar Gamardo, Miguel Mirra, Daniel Stefanello y otros que fueron los que nos guiaban y hacían que nos preguntáramos acerca de las formas y los por qué de los trabajos que queríamos encarar. Y desde la pantalla los trabajos de directores como Eduardo Coutinho o Werner Hezog nos mostraban hasta donde se podía llegar.
Mi primer trabajo en esta etapa fue un corto sobre un grupo de chicos que vivían en las calles de Retiro y Constitución. Si bien fue un primer acercamiento a la temática, que evidentemente dejaba afuera muchos aspectos de la problemática, me acercó a algunas de las funciones que creo puede tener el documental. Como son las de acercarse a los sectores más vulnerables de la sociedad y tratar de contar, junto con los protagonistas, aquellas historias que no suelen tener mucha difusión.
Pero en este tipo de trabajo se debe tener un profundo respeto por el otro, que implica dejar de lado prejuicios y preconceptos. No negarle a la persona la complejidad que tiene como individuo, ni sus posibilidades y potencialidades. Tratar de no tener una visión única y a priori, sino de sentir y pensar con el otro. Hay quien dijo que si uno sabe exactamente qué quiere decir antes de empezar el documental, entonces no vale la pena hacerlo. En este sentido muchas veces se malogran buenas intenciones por una idea preconcebida y una visión simplista de la realidad.
Cabe destacar Corazón de Fábrica de Virna Molina y Ernesto Ardito, un documental crítico y profundo que relata la experiencia de los obreros de Zanon en la toma y la producción sin jefes ni patrones. Hay un párrafo de la sinopsis de los directores creo yo que se refleja en parte su forma de trabajo: “Son la única fábrica en el mundo, que logró llevar adelante una gestión obrera durante 4 años. Estos es un desafío permanente y a diario tienen que enfrentarse a un sistema que se empeña en boicotearlos. Pero la mayor barrera a sortear no está afuera sino adentro, en su propia formación. Aunque muchos no lo sepan en esta batalla interna, se encuentra la puerta para la construcción de un mundo completamente diferente.”
La capacidad de conmoverse, el respeto por el otro y un espíritu crítico son valores fundamentales en el trabajo de un documentalista comprometido con su sociedad.
Mi primer largometraje documental se llama Sueños de Polvorón y es del año 2007.
Ganó el premio del público y una mención especial del jurado en el festival de Cine de Tandil. Y participo en el festival DOCSDF de la ciudad de México en la categoría mejor documental hispanoamericano. Y en Docupolis de Barcelona en la categoría Opera Prima, como único representante de Latinoamérica en la sección.<--break->
La película surgió a partir de conocer la relación que unía a los protagonistas y la devoción que profesaban a su proyecto artístico. Willy es un músico marginal del tercer cordón del conurbano y Mariano su manager.
A través del desarrollo del documental y mientras retrataba como ellos creían en su sueños yo empezaba a creer en el mío que era la película. Y así fue que se terminó y tuvo muy buena recepción en la crítica y en las salas (fue elegida en el Malba dentro del ciclo de los estrenos de ese año). En algún sentido puedo decir que ellos me enseñaron a creer.