El archivo gráfico es una invitación a revolver papeles para descubrir o releer viejos diarios, revistas y documentos. Permite encontrar artículos escritos por periodistas emblemáticos o anónimos que tienen un valor testimonial.
El archivo es, en definitiva, una fuente de información que encierra parte de la historia con sus hechos y personajes. Recorrerlo es un ejercicio de la memoria y también del conocimiento que La Oreja que Piensa quiere compartir con sus lectores desde esta sección.
Radio y televisión
LA CARRERA DE LA MUERTE (*)
Por Gabriela Courreges
Cuando desde la pantalla del televisor alguien destaca la capacidad de ese medio para difundir hechos más rápidamente a una mayor cantidad de gente, pocas veces se hacen advertencias sobre la influencia de la TV en cuanto a lo que el público recibe de ella como incuestionable, como verdad.
La frase común “Lo dijo la tele”, contiene una alarmante dosis de conformismo, de asentimiento, y es justamente esta situación la que determina la gran responsabilidad y el compromiso cotidiano que significa instalarse frente a una cámara y decir algo.
Ese algo debe estar, en primer lugar, correctamente pronunciado, en términos claros, simples, pero exactos, evitando los lamentables intentos (a menudo fallidos) de “engalanar” el lenguaje con giros aparentemente originales pero incorrectos, tratando de conocer las verdaderas acepciones de las palabras, su acentuación, el tiempo de los verbos, etcétera. Ningún nerviosismo, ni tensión, ni angustia justificaron la cascada de inexactitudes e ignorancias que debieron soportarse durante la última semana con motivo del secuestro de Oberdan Sallustro.
Si se pasan por alto dos o tres confusiones ridículas, como decir (Canal 11) “El secuestral industriado” por industrial secuestrado, “tronquismo” por Trotskismo, “comisión rastrillo” por operación rastrillo, “angustiva” por angustiosa, “momentos culminativos” por culminantes, “son las horas 23″ por es la hora 23, todo el lenguaje utilizado para trasmitir desde exteriores y estudios demostró una falta de flexibilidad y de conocimientos de los que sólo se puede excluir a pocas personas: Sergio Villarruel, Roberto Maidana, Armando Repetto y algún otro locutor de noticiosos que por oficio pronuncia correctamente y parece comprender lo que dice.
Desde el martes 21 al martes 28 de marzo a las 0.30 hs., la televisión argentina debió responder a la avidez de información y a la expectativa constante de un público que exigía a ese medio de comunicación un esfuerzo inusual.
Las tensas alternativas del secuestro del director de la empresa Fiat Concord, Oberdan Guillermo Sallustro, ocuparon, desde el viernes 24 al martes 28, aproximadamente el 40 por ciento del tiempo de emisión de los cuatro canales. El espectador recibió en imágenes todo lo que se pudo indagar sobre el secuestro, aunque en algunos casos, muchos de esos teleespectadores no pudieron dejar de advertir que aquella indagación era dificultada, por un lado, por la falta de nuevos hechos que justificaran los flashes informativos, y por otro lado, especialmente a partir del lunes 27, por las limitaciones impuestas desde esferas oficiales.
En líneas generales se puede decir que todos los canales —particularmente los informativos de Canal 11— realizaron una intensa tarea, tal vez de mayor esfuerzo físico que intelectual, ya que a veces un periodista, para ser enfocado por la cámara, debía treparse a las espaldas de otro, eludir cables, aferrarse al micrófono y defender su equilibrio, lo que obstaculizaba la correcta emisión de las noticias. Las constantes guardias que se turnaban frente a la casa de Sallustro y la necesidad de no abandonar ese frente de información ni un solo minuto, obligó a los canales a destacar en el lugar a locutores que invariablemente aludían a la ausencia de noticias, hecho que motivó estos interrogantes: ¿Dónde estaban los excelentes comentaristas de política nacional e internacional que tiene el periodismo argentino? ¿Por qué no estaban ellos, por ejemplo, para describir la trayectoria de Oberdan Sallustro en el país, desde que en 1956 se incorporó a la empresa Fiat? ¿Por qué no se intentó una información paralela a los acontecimientos que podían producirse dando detalles sobre las actividades del Ejército Revolucionario del Pueblo, tarea que se pudo haber cumplido recurriendo simplemente a los archivos de información periodística?
Como posible respuesta circuló una versión según la cual la A.T.A. (Asociación de Teleemisoras Argentinas) había hecho llegar a todas las direcciones de los canales un comunicado que solicitaba no se difundieran textos ni del E.R.P, ni de la empresa Fiat. Este mismo comunicado, pero originado en esferas oficiales, llegaba el lunes 27, aproximadamente a las 15, a todos los canales comerciales, pero más tarde el presidente Lanusse negaba que existiera tal pedido de reserva, aunque coincidió con la primera versión el silencio de la prensa escrita respecto a posteriores comunicados del E.R.P. que anunciaban que Oberdan Sallustro sería ejecutado una vez cumplido el plazo establecido por sus secuestradores.
La información fue escasa y obstaculizada en cuanto a los verdaderos puntos de interés del caso, aquellos que realmente estaban definiendo la vida o la muerte del secuestrado, mientras que un diluvio de descripciones de tipo familiar reiteraba incesantemente las obvias circunstancias que rodeaban al hogar de los Sallustro.
Estos aspectos emotivos, estas escenas cDEFANGED_DEFANGED_DEFANGED_DEFANGED_Onmovedoras, de indudable impacto en el espectador por su crudeza y su verdad, al ser difundidos en diversas emisiones de Canal 11 durante el programa Matinée en Vivo y en Directo, produjeron, el lunes 27, un escalofriante contrapunto. Mientras en el hogar de Sallustro una mujer rogaba por la vida de su marido y padre de sus hijos, otra anónima mujer, en los estudios del canal, también lloraba, entrevistada por el periodista Horacio Aiello, porque no tenía una pieza donde cobijar a sus cinco hijos y por eso había prácticamente abandonado a su hijo de meses en un hospital. Curioso dúo de mujeres que tal vez habló más que las profundas conjeturas, y más claramente, sobre lo que en estos días vive el país.
La carrera tras la noticia que se vieron obligados a emprender los Canales 13, 11 y 9 debe ser aleccionadora para el público; con las lágrimas de una mujer que veía en peligro la vida de su esposo, con los balbuceos de dos hijos contenidos e imposibilitados de hablar, con los amigos y parientes que entraban y salían de la casa, se modeló una información, si bien brutalmente cierta, también limitada e inútil.
El colmo de esta situación y el ejemplo más vergonzoso para el periodismo argentino fue exhibido el viernes 24 a las 20.20 por Canal 11, cuando luego de anunciar que se presentaría en un noticioso al único periodista que había entrado en la casa de los Sallustro, uno de los comentaristas del noticioso mostró la impávida cara de Ricardo Gangeme, quien relato que para franquear la puerta mintió que era portador de un importante documento para la familia Sallustro; cuando el interlocutor le preguntó: “¿Qué documento lleva usted a la familia Sallustro?”, el periodista respondió: “No, yo no llevaba nada, yo lo que quería era entrar a la casa y por eso inventé lo del documento”. Un ejemplo de rectitud profesional.
Así la TV continuaba corriendo tras la primicia de una muerte o una vida. Esa primicia fue motivo de irritación y desagrado de parte de un público que debe permanecer ajeno a las competencias entre canales y no ser mezclado y utilizado en ellas.
Si las directivas oficiales eran no evacuar información que pudiera afectar o dificultar el desenlace del secuestro del doctor Sallustro, si se consideró que por su carácter subversivo los comunicados del E.R.P. no debían difundirse, si en las últimas horas del, miércoles 29 hasta se impidió al periodismo acercarse a menos de 100 metros de la residencia del ejecutivo secuestrado, ello apenas justifica a quienes desataron una campaña de información lacrimógena que en lugar de valorizar la justa mortificación de una familia la minimiza y la convierte en teleteatro.
El hermetismo franco y desenmascarado hubiera sido mucho más saludable que esta técnica de desviar la intensa y seria curiosidad de los argentinos por lo que ocurre en el país. La otra opción podía ser la de brindar al teleespectador elementos de juicio para que evaluara objetivamente la situación.
(*) Nota publicada en la revista Panorama Nº 258 del 6 de abril de 1972