Obra del argentino Antonio Berni (1905-1981)
Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2010 (Por Hugo Alberto Rossi) (*)
Cuando el Tito, mi tío por parte de madre, fue elegido presidente del “Defe” se armó un revuelo de la puta madre, entre los miembros activos del club.
Los oficialistas perdedores, el Travieso y el Goyo, presentaron la renuncia indeclinable, a sus puestos en la comisión directiva. Un indeclinable, que abarcó todo un tercio, de la primera semana.
Ocurría que, por su fuerte carácter, mi tío, El Tito, estaba considerado un futuro dictador, pensaban, que se venía la maroma, que este Hittler de entre casa, provocaría un nuevo holocausto, esta vez, entre las huestes de los habitues, gran mayoría de chantas, del Club Defensores de Belgrano; sobre todo si la nueva administración, se avocaba, a la revisión de pasivos y chanchullos.
Lo que no sabían los externos y si, conocíamos los adherentes, era que el dictador, tenía una segunda personalidad escondida entre sus pliegues cerebrales. El Tito, si quería, podía ser más chanta que el Travieso y el Goyo juntos.
Las innovaciones, que fueron varias y que en lo posible iré detallando, iban desde la “limpieza” de la masa societaria, mayoritariamente morosa, hasta los grandes planes, tanto en lo deportivo como en lo social.
La primera medida importante, como no podía ser de otra manera, se tomó en lo deportivo. Tratar de convencer, cosa que hizo con soborno y botella de vino mediante, al gran Jiménez, número 10 y estrella del Juventud Unida, que por cercanía y rivalidad manifiesta de los integrantes de ambos equipos, era el competidor acérrimo del “Defe”.
El negro Jiménez, de quien se comentaba, había rechazado una oferta para jugar en la primera del millo, porque en la entrevista, le habían pedido, que para su incorporación, lo más importante era que él, el negro, tendría que dejar de lado, por lo menos dos, de los tres litros de Talacasto tinto, que la estrella, se chupaba diariamente, a razón de litro y medio por comida; eso si, entre manduque y manduque el negro, ni olfateaba la bebida, porque según él, era poseedor, de una gran conducta alcohólica.
Con Jiménez, el traidor, como figura central, con los hermanos Nipoy y con el loco Pesci, que corría la cancha como si tuviera una Siambretta sin frenos entre las piernas; el tío Tito, formó un gran equipo, al que llamó modestamente “La Fragata”, en homenaje a un barquito de madera, que el, artesanalmente, había construido y que desinteresadamente, previa rifa para juntar fondos, había obsequiado al club, para ser usado como emblema. Así armado, el “defe”, pasó a ser un equipo duro de vencer y muy tenido en cuenta, en los campeonatos relámpagos, que se armaban en la zona.
Los domingos, bien tempranito, el olorcito a chori, inundaba las cercanías del campito, mantenido en condiciones por los orgullosos vecinos, asiduos concurrentes y amantes del futbol barrial.
El campito, era un predio de una manzana, rodeado de añosos eucaliptos. Siguiendo la lógica de alguna borrachera trasnochada, uno de los chochamus, habría dicho alguna vez, - Che, ¡No se olviden que el domingo jugamo en “los pinitos”!... Fue así que los gigantes eucaliptos se transformaron, de la noche a la mañana, en elegantes pinos, hasta su tala casi total y definitiva.
Famosas fueron las grescas que se armaban, entre los Pérez y los Nipoy; clásicos, los encuentros entre el Juventud Unida y el Unión Vecinal de Villa de Mayo, localidad vecina; tradicionales, los cabezazos del “tucu” a los rivales, cabezazos que, por reiterados, fueron perdiendo su efectividad, y enormes, las borracheras del viejo Lucio Alonso, sastre del barrio y progenitor del gran Beto,(**) quien, a los doce, ya jugaba con los grandes y que junto a sus hermanos, el Hugo y el Carlos, hacían de la número cinco, una pelotita de ping-pong ¡Así la dejaban de chiquita!.
Una vez, el oso Lucero, defensor central del Unión Vecinal, no pudo soportar las gambetas y los caños del pendejo y le surtió un patadón histórico, a la altura del esternón; tan justo y tan artero, que el chiquito “Beto”, al mejor estilo acróbata de circo, dio dos vueltas completas en el aire y cayó de cúbito dorsal, por no decir, de culo. El pende, aterrizó y del cagazo, se quedó tan quietito-quietito, que parecía embalsamado. Demás está contar, cual fue la reacción del resto del equipo y de la doce de La Fragata. Algunos dicen, que las hordas furiosas, aún hoy, después de cuarenta años, lo siguen corriendo al “oso” ¡Una exageración! Porque Lucero, ya era mayorcito y además, un poco lento de desplazamiento. Otros, los contreras de siempre, opinan que el pendejo, se lo merecía por sobrador e irrespetuoso.
Esos dos o tres años pasaron a ser históricamente la época de oro del equipo del “Defe”.
Cuando un par de años después, una empresa de remates inmobiliarios, loteó el campito, se ganó, las puteadas de la colectividad de futbolistas y simpatizantes. Algunos traidores, se compraron el primer terrenito y de a poco, con gran esfuerzo y con sus manos, se hicieron la casita de material, propia.
Todavía, queda en pie algún que otro eucalipto, entre las casitas humildes del barrio “Los Pinitos” y a veces, cuando paso por ahí, me parece ver, alguna silueta gambeteando entre los árboles y escucho, algún enardecido grito de gol que, ¡Te lo juro por la vieja! hace, que se me ponga de una, la piel de gallina. ¡Y eso, que yo nunca fui de River!
(*) ”Soy ser humano, poeta y escritor, en ese orden…” Así se presenta este argentino nacido en 1949 en el barrio de Colegiales.
Publicó en el año 2000 un libro de relatos y poesías”juegos de cartón y luna”. Su primera novela “La lluvia inversa” todavía no está editada.
Actualmente vive en la localidad de Los Polvorines, Partido de Malvinas Argentinas. Provincia de Buenos Aires. Argentina.
(**)El gran Beto Alonso, vivió su infancia en Los Polvorines, jugador del equipo River Plate y de otros clubes entre 1971-1987.