Agencia La Oreja Que Piensa. Por Lidia Fagale (*)
Hace pocos días estuve con él. Hoy nuestro portal le rendía homenaje a un artista, a un hombre, a un militante de los ojos y las palabras. Hoy, la noticia de su fallecimiento nos dejó más que tristes y a la vez nos llevó a no modificar el título de la entrevista porque en cada pintura de Aníbal, en cada palabra escrita y dicha estará la marca de sus ideas, de esas que justamente no se rinden.
“No me rindo”
Sobre las paredes del diminuto departamento de Monserrat se abalanza parte de su obra. Todas “miran a la cara”. Desde el techo casi rozando el piso, las pinturas de Aníbal Cedrón abren la puerta a su vasto mundo, donde siempre está Sylvia, su compañera. Artista plástico, escritor, periodista. Trazos de militancia por el arte de las ideas. En esa elección, contenido y estética se funden como un hierro caliente.
Y hoy a pesar de la nueva y sorpresiva urgencia que interrumpe invasora y desafiante en su cuerpo de hombre, de artista y militante, no se aparta ni un segundo de sus proyectos liberadores. Capitán de su propio barco, cargado de convicciones, lo llevan a nuevas maniobras valientes: “Les dije que nombren a un equipo médico para atender mi salud, pero yo soy el jefe de mi propia vida, de mi salud. Soy un luchador, lo he sido toda mi vida y no renunciaré a ello. Lucho por vivir.”
Desde Santa Cruz hasta el barrio de La Boca en barco y junto a su familia “sospechadores de universos”, Aníbal construyó relaciones y amistades con muchos convencidos de las artes y las palabras como armas para transformar el mundo.
Dice el crítico de arte pampeano Miguel Ángel Rodríguez, prologuista del hermoso catálogo que recorrió unas de sus muestras: “El ojo de Aníbal Cedrón está simétricamente cruzado por el nosotros. Es evidente en su poética abierta a las gestas populares” (…) Son su vida, que insistentemente se ubica por delante de su estética, y la intransigente reflexión sobre la realidad, las fuentes de donde brota la sensibilidad que le caracteriza.”
Expresiones todas ellas, que lo pintan al artista que nos mira: “Cedrón respira aire puro del dibujo que, distraído, habla con fruición de sí mismo, mientras la escena que tan fastuosamente ha constituido también nos habla, pero de otras preocupaciones, denuncian tragedias”, nos advierte uno de los dibujantes más importantes de Argentina, Eduardo Stupía.
Busca incorporarse, encontrar “ese lugar”, la posición exacta para que el dolor personal no se anteponga al drama de los pueblos.
Sostenido por su esperanza histórica, mirándose a su espejoinfinito, conjugándose entre pasados y futuros, agradeció recorriendo con pocas palabras la historia del mundo y del país en la singularidad de su vida.
“(..) He tenido la suerte de vivir con pasión y ser testigo y protagonista de nuestra historia y de la lucha por una sociedad mejor en el mundo y en mi país desde mi temprana militancia a los 14 años en el Colegio Nacional de Buenos Aires, época en la que participé entre otro hechos relevantes, de los diálogos entre católicos y marxistas coordinados por el Padre Carlos Múgica, hay mucha historia y militancia en mi vida ,es imposible tratar de resumir , por lo que solo me refiero a algunos hechos como para recrear esos momentos, más tarde estudiante en la Facultad de Arquitectura, con un conjunto de compañeros y amigos que hoy me acompañan , y ya como Secretario General de la FUBA, dimos luchas muy importantes entre ellas, la refundación de los centros de estudiantes en distintas facultades, y recuerdo que en aquél momento escribí un cartel en mi casa que enarbolamos en el aula magna “Nunca más un joven muerto en la Argentina” lamentablemente la historia manchó ese cartel con la sangre de muchos compañeros.
He participado en diferentes etapas de mi país en el armado de distintos frentes, ya que desde mi temprana juventud pude ir comprendiendo que había que hacer confluir distintas vertientes que organizaran políticamente el campo popular.
Desde siempre mi vida ha sido atravesada por la política y la creación y no podría separar una de la otra ya que son necesidades que como ser humano me atraviesan.
Siempre quise pintar, mis cuadros miran a la cara, estoy cautivo de emoción en ellos como un animal, soy militante de la liberación social, para la libertad, mis ojos y mis manos.
A pesar de los golpes, porque aún tengo vida, éste es el lugar donde me pongo el pantalón, en donde me quito la camisa en alta voz, y donde tengo suelo, un alma, un mapa de mi Argentina y el mundo. Cada mañana es la batalla por el hoy, entre el pasado y el futuro. No me rindo. En tiempos de cultura de anomia y mentalidad sepulturera, que proclaman el fin de la historia y eternidad capitalista, mi obra es tan realista como surrealista, tan llena de metáforas y poesía.
Lo afirmo con la rebeldía de los que procuran una realidad- otra, porque pertenezco a una familia de revolucionarios, sospechadores de universos, que transitan a contramano de las avenidas asfaltadas por el sistema y el poder establecido, de esos malditos e indeseables hurgadores del dedo en la llaga, si se quiere de aguafiestas.
Porque pertenezco a una generación que enarboló los ideales libertarios y los sigo sosteniendo, a pesar de haber atravesado la etapa más dolorosa de la Argentina con el terrorismo de estado con tanta sangre derramada, con tantos compañeros muertos y desaparecidos.
En definitiva porque siento que yo soy nosotros, de los trabajadores y de los pueblos, entre los cuales aprendí a pintar.
Quiero decir, que he luchado por la cultura de la vida, el amor, la paz y la solidaridad entre los pueblos, frente a la cultura del odio, de la guerra, la violencia y la destrucción de la vida y del planeta (…)”.
Dicen que ya comenzaban los aplausos cuando Aníbal irrumpió para gritar desde sus laberintos inquebrantables ¡Hasta la victoria Siempre! Y otra vez pintó con trazos más profundos en todas las paredes de las más bellas ideas: “No me rindo”.
(*) Periodista. Secretaria General de la UTPBA.
Producción periodística: Silvana Redivo.