¿Qué tipo de mentes se fueron formando en las últimas décadas al calor del pensamiento único, uniformado?
¿Cuáles son las heridas que van dejando en el tejido social de los pueblos la elaboración, estimulación y puesta en práctica, por parte de los Estados Unidos, de la “teoría del caos”?
Los interrogantes pueden plantearse al infinito. Estos y otros. Lo que está en juego es el futuro de la humanidad, de nuestras organizaciones y de cada uno de nosotros como individuos. Hay nuevos paradigmas sociales, y otros perduran en construcciones culturales más complejas, más ancestrales.
Inevitablemente todo colectivo de una organización (en este caso aquellos ligados a la comunicación) deben/debemos indagar, preveer y analizar cómo vemos o creemos qué será “El futuro”. Dicho así, casi como título cinematográfico, puede tentarnos a ubicarnos en el lugar del deseo, y enumerar situaciones que la voluntad empujaría hacia un tipo de mundo y no otro. Sin quererlo, podríamos ingresar en un camino voluntarista, sin rigor científico.
La complejidad de cada eslabón de hechos, que por segundos estallan ante nuestros ojos, impone la búsqueda de ideas para un futuro que ya deja sus huellas hoy: “El futuro” ya es presente continuo.
Como periodistas-comunicadores sociales, pero por sobre todas las cosas como seres humanos, deberemos profundizar y estimular la construcción simbólica de nuestras ideas, a partir de entender que sin este ejercicio, el vértigo del caos -impuesto por el capitalismo en crisis- expandirá nuevas heridas.
“El futuro”, ya marca el paso de los días que nos transcurren. Quizás sea como desde hace miles de años viene afirmando la comunidad Aymara, que “el futuro espera atrás y el pasado se ve adelante”. Quizás.
Mientras, en el transcurrir, la dinámica capitalista- con su maquinaria económica, militar, cultural- se fagocita a millones de personas, al calor de reafirmar sus ideas-fuerzas.
Donde, por un lado le niegan toda visibilidad a lo opuesto, lo distinto y a quienes denuncian sus atrocidades; y por el otro, se autoproclama como “lo nuevo”, “el cambio”: EL FUTURO.
Las guerras, el desempleo, el hambre, la muerte, el arte, el dolor se informatizan (se hacen información procesada) y se incorporan a un imaginario, a una estructura cultural de dominio invisible y que tienen su realización simbólica a través de las industrias culturales, especialmente difundidas y canalizadas desde la televisión.
En ése contexto, los mercados bursátiles estallan, las técnicas de consumo estallan: en la TV , las calles, las red de redes en la web, en Internet, los fotolog, los diarios, radios, cine, videos, las marcas, el rock, los trenes, colectivos, en el inconciente de cada uno.
Las mentiras organizadas también estallan con sus armas mediáticas a repetición. Balas y misiles hechos imágenes y palabras que salen al mismo tiempo (presente-futuro) en las pantallas de Estambul, Sao Pablo, Roma, Caracas, Nueva York, La Paz , El Cairo o Buenos Aires.
En tanto, equipos estratégicos, soldados de las mentes, van formando –de manera interdisciplinaria- la vanguardia de nuevas estrategias, para que el caos se sienta como cambio, y la ocupación y usurpación de los bienes de las naciones, como “la necesidad estratégica de equilibrar las necesidades del mundo” (Henri Kissinger).
Analistas de sistemas, sociólogos, psiquiatras, productores, arquitectos, futurólogos, diseñadores de nuevas imágenes y diseñadores de armas letales, se mezclan y entremezclan para “traernos” el futuro.
Sin hilos que lo hilvanen, sin relaciones de tipo causal entre unos y otros, sin tiempo (que desaparece en el vértigo), y, por lo tanto, sin historia y sin memoria, nada puede ser recordado, ni nada puede ser explicado. Ese es el corazón de la estrategia y la táctica que se imponen a la velocidad de la luz. Sobre ellas hay que reflexionar. Reflexionar y hacer.
En un artículo publicado en la revista World Future Society, científicos de la Universidad George Washington Forecast of Emerging Technologies, indican que en las próximas tres décadas se conocerán los adelantos más impactantes desde que el mundo es mundo, basándose en las teorías de estudios prospectivos (anticipar lo que científicamente vendrá), y nos dicen que:
*Para la etapa 2021/2030 el 80 % de los alimentos serán sintéticos —con bajas calorías— que reemplazarán a la carne y los vegetales. El hidrógeno se convertirá en la principal fuente energética y la fusión nuclear será comercializada.
*La nanotecnología —que implica la construcción de chips diminutos— y las máquinas microscópicas, serán el punto de partida para la fabricación y autoensamblado de materiales inteligentes que permitirán, entre otras cosas el control (por satélites, Internet, computadoras, teléfonos, cámaras, vestimentas, tarjetas de compras y emisión del habla) del 70 % de los habitantes del planeta.
*No más de 100 marcas-empresas-masivas serán consumidas por el 70% de las personas con capacidad de compra.
*Los nuevos territorios y naciones se delimitarán por sus recursos naturales. “Las fronteras serán móviles”. En tanto, acercándonos al 2020, la pobreza seguirá en ascenso y se consolidarán las “zonas muertas”, tétrica denominación que estas consultoras del futuro denominan a ciertas regiones, como por ejemplo: África .
Ante estas miradas de la maquinaria del pensar el sistema: ¿de qué independencia, neutralidad y objetividad se nos puede hablar a los trabajadores de la comunicación?
¿Podemos ser presa de una ingenuidad letal al no evaluar que la corporación periodística feneció? ¿No tendrán nuestras organizaciones, y entre ellas la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), adentrarse-aún más- en el estudio de estas nuevas realidades, de este presente-futuro?
¿Independientes de quiénes?, ¿neutrales de qué?, ¿nos fortalecemos como corporaciones o profundizamos el conocimiento y la integración de las nuevas generaciones?
Pensar y hacer. Pensarnos y hacernos, mientras el centro, el eje imaginario que domina nuestro andar diario, sea la reflexión dialéctica sobre qué tipo de sociedades van gestándose en el mundo, con sus nuevas geografías políticas, sociales, culturales, militares, económicas y comunicacionales
Habrá que seguir innovando en los métodos de capacitación de los periodistas-comunicadores sociales y de los dirigentes de prensa comprometidos en la lucha de ideas. Innovando en nuestra estética de la comunicación propia.
Innovando en el sistema de distribución de nuestras ideas. Innovando e innovándonos desde la utilización de las nuevas tecnologías y en determinaciones que lleven el análisis, la acción y la paciencia creativa como estandartes.
Sin apuros impuestos por la aceleración del vértigo, pero marchando con nuestra historia y hacedores de la que esta por venir.
Los futuros del futuro deberán ser nuestro objeto de estudio y del hacer. Con inteligencia y como dice el Rector de la Universidad de Madrid, Angel Gabilondo, en relación a cómo enfrentar la actual dinámica del poder “debemos ser inteligentes y pacientes. Una paciencia que no consiste en detenerse, sino que es un modo de acción sereno pero insistente”.
*Periodista. Responsable del Área de Comunicación de la UTPBA. Integrante de la Red de la Comunicación de la Argentina. Docente