Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2010. (Por Jorge Benedetti)
Seis periodistas fueron asesinados por los esbirros de Porfirio Lobo, el presidente ilegal apoyado por la oligarquía hondureña y la secretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Clinton.
En México, son 16 los comunicadores asesinados desde el año 2000. Mientras tanto, en la Argentina, los periodistas del grupo monopólico Clarín, aseguran que tienen “miedo” de que el gobierno de Cristina Fernández los asesine.
Algo no cierra en la posición de estos comunicadores, la mayoría de ellos, con un pasado de silencio mientras 108 periodistas eran desaparecidos por la dictadura, para que sostengan lo que repiten cada día en la Argentina.
Hace varios años que los dueños de los medios de comunicación entendieron que su mirada podía transformarse en la mirada de sus lectores con sólo repetir hasta el hartazgo un discurso que, casi naturalmente, se termina instalando en la sociedad.
Basta recordar la manera en que los medios hegemónicos trataron el tema de la explosión popular en 2001, donde los desocupados adquirieron carácter político a partir de su irrupción en las calles mientras los diarios Clarín y La Nación se encargaron de convertirlos en un problema de “caos de tránsito” y de la famosa “seguridad jurídica que espanta inversiones” titulando: “Preocupación en Washington por los cortes piqueteros”.
Muy poco tiempo después, cuando el negocio de la “inseguridad” se derramaba desde los Estados Unidos sobre la región, los medios gritaron “la gente dijo basta” frente a una manifestación de 50 mil personas que reclamaban por el asesinato de un joven de clase media.
Ellos, los medios, sabían que manejaban el “clima” y el “ánimo” de los sectores medios y tenían todo bajo control, a la espera de instalar un candidato que respondiera a su mirada y, sobre todo, a sus intereses.
Sin embargo, ocurrió lo que tantos periodistas esperábamos y peleábamos por conseguir y es que un gobierno popular tomó el toro por las astas y avanzó en la democratización del derecho a la información.
El gobierno de Cristina Fernández decidió elaborar una nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que garantizara el derecho a la información y limitara el poder de los oligopolios informativos en el país y ahí estalló el “miedo” de los periodistas que trabajan en esos multimedios.
Claro, no es ilógico pensar que si pudieron “convencer” a la población de que era necesario, por ejemplo, cambiar al director técnico de la Selección de fútbol, de que el gran problema es “la inseguridad” y de que era necesario crear una “ley de industrias culturales” para salvar su grupo, fácil iba a resultar señalar que la decisión soberana de democratizar el espectro radioeléctrico para que se escuchen todas las voces era “un ataque a la libertad de prensa”.
Después de todo, hace años que el presidente venezolano Hugo Chávez está bombardeado y acorralado por no renovar la licencia del canal golpista RCTV y todas las instancias internacionales de presión (La SIP, Reporteros sin Fronteras, Amnistía Internacional y varios medios y gobiernos como el estadounidense y el español) aseguran que en Venezuela se viola la libertad de expresión.
Todo era cuestión de tiempo. “TN puede desaparecer”, “La ley de Medios K” y “La ley con la que los Kirchner buscan controlar a la prensa”, debían haber alcanzado para que la gente saliera a la calle a reclamar por la “libertad de expresión”.
Pero la gente dijo basta -perdón por copiarles el título- y salió a la calle a pedir por la implementación urgente de la ley de medios con cantos y pancartas contra el monopolio Clarín.
Eso sí desató la ira del monopolio que se lanzó, esta vez como una mueca, con mentiras flagrantes a la espera de que la gente, esa entidad extraña que no incluye a nadie que quiera cambiar el estado de las cosas, defendiera una vez más sus intereses.
En estos tiempos de crisis financiera mundial, de capitalismo en evidencia, de recetas viejas aplicadas con furor sobre los pueblos como el de Grecia, los monopolios informativos en la Argentina se resquebrajan y apelan al “miedo” sin explicar de qué están hablando.
Esos periodistas que, quizás en nombre de un buen salario, o también porque verdaderamente creen que la información debe ser algo que manejan las grandes empresas, declararon ante la Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados que tienen miedo porque “esta escalada va a terminar con un muerto si el oficialismo así lo quiere”.
Imagínense si el periodista Joaquín Morales Solá, que sin hesitar habló de muertos hubiera dicho esas mismas palabras, ni una más ni una menos, en el año 1976 frente a la feroz dictadura militar que desapareció a 30 mil argentinos e instaló las bases del neoliberalismo asesino en el país.
Y no es que no lo hizo porque tenía miedo, un miedo entendible frente a un régimen de terror, sino que no lo dijo porque sus patrones, el grupo Clarín, no sólo no veían peligros para sus intereses sino que construían en esos años todo su poderío gracias a la apropiación de la empresa Papel Prensa y de paso, su señora Ernestina Herrera de Noble se apropiaba también de dos hijos de desaparecidos.
Traduciendo que es gerundio. Cuando los periodistas del grupo Clarín dicen que tienen “miedo” están diciendo que el “Grupo tienen miedo” de perder sus privilegios y cuando el pueblo argentino termine de aceptar, tras la parálisis que provoca el asombro, que son capaces de todo, hasta de humillar a sus trabajadores con tal de no perder sus privilegios, dejará simplemente de leerlos, mirarlos, escucharlos y hablaremos entonces de la caída de uno de los grupos mediáticos más importantes de la historia.
Y les juro, como periodista que cree en el derecho a la información como un derecho humano, que seremos nosotros, los periodistas contrahegemónicos, quienes saldremos a la calle a defender sus puestos de trabajo.
Fuente: www.nuestraamerica.info