Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina. Agosto 2009.
El hecho ocurrió en Boston, Estados Unidos, en 1920. El zapatero Nicola Sacco y el vendedor de pescado Bartolomeo Vanzetti eran dos inmigrantes italianos anarquistas que fueron acusados de asalto a mano armada y homicidio con falsas pruebas.
Aquella época atravesaba un momento clave para el capitalismo, en donde prevalecía poner orden para aquellos que podían alterar lo establecido. Y el capitalismo no cambió. Funciona así: racismo, discriminación, y por supuesto, un sistema brutal en nombre de la libertad.
Sacco y Vanzetti esperaron durante siete años por una libertad que nunca llegó. Mientras tanto en el mundo se multiplicaban los reclamos por la liberación de ambos. El sistema tenía que mostrar el escarmiento a los rebeldes. Por eso la condena a la pena de muerte, que no fue condonada en ninguna de las apelaciones.
Un 23 de agosto de 1927 los dos anarquistas fueron ejecutados por ser militantes del cambio social, ser inmigrantes, pobres y extranjeros. La pena capital fue la advertencia para los millones de inmigrantes -que como estos dos italianos- llegaban a Estados Unidos movidos por la América próspera.
La Oreja Que Piensa reproduce algunos párrafos del alegato de Bartolomeo Vanzetti. La misma puede leerse completa en www.laorejaquepiensa.com.ar .
(…) Lo que yo digo es que soy inocente. Que no sólo soy inocente, sino que en toda mi vida, nunca he robado, ni he matado, ni he derramado sangre. Esto es lo que yo quiero decir. Y no es todo. No sólo soy inocente de estos dos crímenes, no sólo que nunca he robado, ni matado, ni derramado sangre, sino que he luchado toda mi vida, desde que tuve uso de razón, para eliminar el crimen de la Tierra (…).
(…) Ahora, tengo que decir que no sólo soy inocente de todas esas cosas, no sólo no he cometido un crimen en mi vida; algunos pecados sí, pero nunca un crimen; no sólo he luchado toda mi vida por desterrar los crímenes, los crímenes que la ley oficial y la moral oficial condenan, sino también el crimen que la moral oficial y la ley oficial no condenan y santifican: la explotación y la opresión del hombre por el hombre. Y si hay alguna razón por la cual yo estoy en esta sala como reo, si hay alguna razón por la cual dentro de unos minutos va usted a condenarme, es por esa razón y por ninguna otra (…).
(…) Hemos probado que no podía haber habido en toda la faz de la tierra un juez más prejuicioso ni más cruel que lo que usted lo ha sido con nosotros. Hemos probado eso. Y nos siguen negando un nuevo juicio. Nosotros sabemos, y también lo sabe usted en el fondo de su corazón, que usted ha estado en contra de nosotros desde el primer momento, aun antes de habernos visto la cara. Antes de vernos, usted ya sabía que éramos izquierdistas y que debíamos perecer. Nosotros sabemos que usted se descubrió, y descubrió su hostilidad contra nosotros y su desprecio, hablando con amigos suyos en el tren, en el club universitario de Boston y en el Golf Club de Worcester, Mass. Estoy seguro que si la gente supiera todo lo que usted dijo en contra nuestra, si usted tuviera el coraje de declararlo públicamente, entonces quizás su señoría, y siento tener que decirlo porque usted es un hombre anciano y yo tengo un padre anciano, pero quizás usted, señoría, tendría que estar ocupando nuestro lugar como acusado en este juicio (…).
(…) Ellos nos odian porque estamos contra la guerra, y no saben distinguir entre un hombre que está contra la guerra porque la considera injusta, porque no odia a ningún pueblo sobre la tierra; y un hombre que está contra la guerra porque está a favor del país que lucha contra el país en que él está, y entonces es un espía (…).
(…) Quiero decir esto: que no le deseo a un perro ni a una serpiente, al ser más bajo y despreciable de la Tierra , no le deseo lo que yo he tenido que sufrir por crímenes de los que no soy culpable. Pero mi convicción más profunda es de que yo he sufrido por otros crímenes, de los que sí soy culpable (…).
(…) Yo he sufrido y sufro porque soy un militante anarquista, y es cierto, lo soy. Porque soy italiano. Y es cierto, lo soy. He sufrido más por lo que creo que por lo que soy; pero estoy tan convencido de estar en lo cierto. que si ustedes pudieran matarme dos veces, y yo pudiera renacer otras dos, volvería a vivir como lo he hecho hasta ahora (…).
He estado hablando mucho de mí mismo / y ni siquiera había mencionado a Sacco. / Sacco también es un trabajador. / Un competente trabajador desde su niñez, amante de su trabajo, / con un buen empleo y un sueldo, / una cuenta en el banco, y una esposa encantadora y buena, / dos niñitos preciosos y una casita bien arreglada / en el lindero del bosque, junto al arroyo.
Sacco es todo corazón, todo fe, todo carácter, todo un hombre; / un hombre, amante de la naturaleza y la humanidad; / un hombre que le dio todo, que sacrificó todo / por la causa de la libertad y su amor a los hombres: / dinero, tranquilidad, ambición mundana, / su esposa, sus hijos, su persona y su vida.
Sacco jamás ha pensado en robar, jamás en matar a nadie, / él y yo jamás nos hemos llevado un bocado de pan a la boca, desde que somos niños hasta ahora, / que no lo hayamos ganado con el sudor de la frente. / Jamás …
Ah, sí. Yo puedo ser más listo, como alguien ha dicho; / yo tengo más labia que él, pero muchas, muchas veces, / oyendo su voz sincera en la que resuena una fe sublime, / considerando su sacrificio supremo, recordando su heroísmo; / yo me he sentido pequeño en presencia de su grandeza / y me he visto obligado a repeler / las lágrimas de mis ojos, / y apretarme el corazón / que se me atenazaba, para no llorar delante de él: / este hombre, al que han llamado ladrón y asesino y condenado a muerte.
Pero el nombre de Sacco vivirá en los corazones del pueblo / y en su gratitud, cuando los huesos de Katzmann / y los de todos vosotros hayan sido dispersados por el tiempo; / cuando vuestro nombre, el suyo, vuestras leyes, instituciones, / y vuestro falso dios no sean sino un borroso recuerdo / de un pasado maldito en el que el hombre era lobo para el hombre …
Si no hubiera sido por esto / yo hubiera podido vivir mi vida / charlando en las esquinas y burlándome de la gente. / Hubiera muerto olvidado, desconocido, fracasado. / Esta ha sido nuestra carrera y nuestro triunfo. / Jamás en toda nuestra vida hubiéramos podido hacer tanto por la tolerancia, / por la justicia, / porque el hombre entienda al hombre, / como ahora lo estamos haciendo por accidente. / Nuestras palabras, nuestras vidas, nuestros dolores -¡Nada! / La pérdida de nuestras vida -La vida de un zapatero y un pobre vendedor de pescado / ¡Todo! Ese momento final es de nosotros / Esa agonía es nuestro triunfo.